jueves, 30 de agosto de 2018

La adaptación ¿respetuosa?

A una semana de "la vuelta al cole" y con mucho ajetreo para tener todo listo, no pedo evitar parar un segundo a escribir de algo que lleva semanas removiéndome: el periodo de adaptación. Si no escribo ya, exploto.

No hago más que leer centros que publican abiertamente cómo hacer la adaptación: "familias fuera del aula" ,  "las familias deben reprimir/esconder sentimientos de tristeza"  o incluso "llorará, ¡es normal!" "siempre es/ha sido así".




¿Normal? "Llorarán hasta que se acostumbren el espacio, las rutinas, los compañeros" Llorarán si no están atendidas sus necesidades, si no se respeta su sueño, si no se respeta su alimentación, si no se respeta su juego. En muchos casos, al final del primer mes, dejarán de llorar, pero lamentablemente no por acostumbrarse a los cambios sino por aprender que dicho llanto no es respondido, no es atendidos, no sirve. Y después llega el "no hace más que tirar del pelo, pegar, morder, romper... Todo por llamar la atención!" Ains...Estos peques rebeldes...

¿Nadie se ha parado a pensar porqué los peques lloran en las escuelas (y las mal o no tan mal llamadas "guarderías") pero no lloran en una reunión de adultos cuando van de visita? ¿Qué tal si les damos la oportunidad de acercarse de forma tranquila a este nuevo espacio, junto a su adulto de referencia? Igual que hacemos al visitar a unos amigos.  No, sé, lo mismo es una locura, pero ¿Porqué forzamos a los peques y sus familias (porque las familias también sufren) a una separación tan antinatural?

¿No sería mejor que el espacio sea un lugar sano, seguro, tranquilo, respetuoso, y familiar desde el primer momento?




En Octopus, la primera visita se desarrolla al igual que cuando vamos a ver la casa nueva de unos amigos, los peques vienen, desde el primer día, los adultos hablamos, saludamos al peque y les invitamos a explorar a su ritmo, junto a su figura de apego o por su cuenta. 

Por norma general, mientras los peques exploran el espacio y los materiales, ven cómo los adultos hablamos, nos relacionamos, charlamos largo y tendido, sin prisas, disfrutando del encuentro. Los peques miran, "huelen" el ambiente cálido y familiar, se relajan y se lanzan a explorar porque saben que su familia está a gusto. 

Cuando terminamos de hablar, les preguntamos a los peques qué tal, les decimos lo que hemos observado ("parece que te gustan las cocinitas", "has hecho una carretera", "has saltado en la colchoneta", etc.) Normalmente, remolonean para salir, hay tanto por descubrir... 

Nos despedimos invitándoles a venir a jugar otro día (a jugar, no a aprender. Yo no iría a un sitio en el que me obliguen a aprender! Aprenderé si quiero! Una pequeña diferencia...El aprendizaje es una parte intrínseca del juego) 

Se marchan, y vuelven el día de "vuelta al cole", con su figura de apego, con una mezcla de alegría y timidez. Pasan, sin prisa, preguntamos qué tal el día, unos contestan y otro necesitan un poco de tiempo, pero desde el primer re-contacto nos mostramos con ganas de volver pasar un tiempo junto a ellos. Recordamos el día que nos vimos, qué hizo, qué pareció interesarle, etc. ¡Ojo! Es un acercamiento sincero, no una distracción tipo "mira, no estés triste aquí lo pasarás muy bien, hay muchos amigos y juguetes" No. no y no. 

Buscamos que vuelva a conectar con ese día, con esa emoción con la que se marchó, con un juego que le enganchó, junto a su familia y la acompañante. Los adultos estamos ahí, al 100% para atender al peque, los adultos ya no hablamos "cosas de mayores", estamos por y para el peque. Le acompañamos, le observamos sin juicio, y poco a poco, el peque entra en el espacio, se lanza de nuevo. Ya nos conocemos, conoce el espacio, y encima tiene toda la atención. ¡Estupendo! ¿no?

Con el paso del tiempo, de forma natural, sin prisa, más rápido de lo que muchos imaginan o ven en otros espacios, su figura de apego va pasando a un segundo plano. Pues si el peque pide algo a su figura de apego de referencia, ésta invita al peque a preguntarlo al acompañante, acercándonos así poco a poco, hasta que el peque ve que el acompañante también está ahí para ayudar, comienza entonces a atajar y pedir cosas al acompañante. El peque confía en su figura de apego, y si sabe que la figura de apego confía en el acompañante, él también lo hará. 

De la misma forma ocurre la exploración del espacio, primero, como es natura, suelen pedir estar pegaditos a su figura de apego, y poco a poco se separan,primero con contacto visual y después sin él. ¿Acaso dejamos a los peques con la familia o amigos despidiéndonos de forma rápida "para que no se alargue y no sufra"? ¿Porqué lo normalizarlo entonces en un entorno escolar que debe ser la prolongación del hogar?

La separación ocurre desde el respeto, desde la confianza del triángulo familia-peque-acompañante. No "arrancamos" a los peques de los brazos, son éstos quienes se van soltando al sentirse seguros. Si todos estamos tranquilos y seguros, si vivimos el proceso de forma natural, reproduciendo una escena de separación basada en confianza mutua (estar en casa de amigos, ir a un cumple, etc) la adaptación no es un proceso doloroso, de resignación ni de abandono! Es un proceso de encuentro, de descubrimiento, de expansión del hogar, de disfrute.

En Opctopus, siempre lo recalcamos: no hay periodo de adaptación, es un proceso de acercamiento, de encuentro, de convivencia. Es más, quien debe adaptarse debería ser el centro, no el peque. Debemos conocer a cada peque y respetar sus rutinas, si no, haremos que no sean más que una caja de la fábrica que nos ilustraba Tonucci:




En nuestro espacio, las familias permanecen horas, días, semanas, o meses, lo que cada binomio (peque-familia) necesite/pueda (Por desgracia, algunas veces la conciliación laboral hace que el proceso no pueda ser tan respetuoso...).Pero, en definitiva, el centro infantil debe ser un espacio para compartir y en el que disfrutar del espacio preparado junto a tu peque, DESDE EL PRIMER DÍA.

Y como colofón, un pequeño recopilatorio de excusas tipo para no hacer un proceso de adaptación respetuoso: 

"Son 20-25 peques, son muchos adultos, no cabemos" Donde caben dos, caben tres. Mejor apretados y acompañados que en un espacio "gigante" solos con una persona a la que seguramente no hayan visto nunca.

"Me observan, no estoy a gusto" ¿cuál es el problema? ¿Acaso no debe sentirse seguro el adulto también? Nos están dejando su tesoro más preciado, normal que quieran mirar con lupa.

"Si la familia de Pepito, María y Teo,  no puede venir, estarán tristes" Pues Pepito, María y Teo podrán ser atendidos por el educador/a mientras los demás tienen a su familia para ir despegándose. Haciendo adaptaciones lo más individualizadas posibles.

"No se van a ir ni con agua caliente" Se van, si acompañamos y respetamos los ritmos, peques y adultos terminan por sentirse seguros, confiando en esa tercera persona y segundo hogar.

"Que no pasen, llevan zapatos y traen suciedad" Pues...a descalzarse. Bueno, bonito y barato. Además, ya sabréis los grandes beneficios de caminar descalzos.

"Si es más tarde de la hora de entrada, que no entren, que se distraen" ¿Distraer? ¿de qué? Si un peque está realmente concentrado en algo, ya puede pasar un circo que no se distraerá, puede que levante la mirada y vuelva a su juego, pero no se distraerá. Otra cosa es que pierdan la concentración forzada, pues ¿quién no se ha entretenido con una mosca con tal de no atender a algo aburrido?

Luchemos y defendamos los derechos de los peques, que no hablen no significa que no tengan derecho a voz y voto, respetemos, respetemos sus ritmos, sus necesidades, sus emociones, su individualidad. Acompañemos también a las familias, vamos a cuidar de su tesoro, mostrémonos abiertxs, cercanxs, y dispuestxs a escuchar, sin juicios, "sólo" escucharles hará que se sientan seguros y que sus peques "huelan" el ambiente de tranquilidad, en el que todo fluye de forma natural.

Familias... Nos vemos en vuesto segundo hogar. :-)


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