Ayer terminó otra etapa de mi formación, las prácticas de 4º
de Magisterio. Yo estudié FP de Educación Infantil, y aunque la formación fue muy completa, sin duda fue en las prácticas donde más aprendí entonces. Cuando terminé FP no tenía intención de ir a la universidad, sólo quería ir a cursos puntuales de aquello que realmente me interesase, pero finalmente entré, y me arrepentí, me decepcioné y me desilusioné. Han sido tres años aburridos, vacíos de contenido, y muy pesados, porque realmente creo que no he aprendido nada nuevo, los contenidos de FP, que son muy completos, sumados a mi espíritu autodidacta han tenido la culpa de esa sensación. Pero al llegar el periodo de prácticas he vuelto a ilusionarme y gracias a estos meses acabaré mi experiencia universitaria con buen sabor de boca. Han sido cinco meses repletos de experiencias y emociones; he
aprendido mucho de ellos y con ellos, y si hay algo que he vuelto a sacar en claro es que es a la infancia a lo que me
quiero dedicar.
Como dijo en su día Malaguzzi, los niños tienen 100
lenguajes pero les roban 99, quien me
conozca sabrá que soy de poco hablar, prefiero escuchar, observar… y escribir. Desde que llegué ayer a casa
tengo ganas de escribir, de expresar mi felicidad por la experiencia y mi
tristeza porque haya llegado a su fin. Así que me he puesto a ello, y aunque en
principio el objetivo era solo desahogarme y expresar mis sentimientos, he
decidido publicarlo para compartir mi experiencia. (Coged palomitas, que he
cogido el teclado con ganas ;-P)
Soy joven, y tan solo llevo a mis espaldas seis años de
experiencia con niños de infantil y algunos menos con más mayores, en
diferentes ámbitos, contextos y agrupaciones, pero jamás he dudado de mi
vocación, es más, crece día a día al estar con ellos.
Algunos consideran que tengo obsesión por la educación porque en mi tiempo
libre (que no es mucho), además de hacer deporte, me dedico a leer, ver documentales, acudir a conferencias,
cursos, o cualquier cosa relacionada con los niños. Considero que nunca hay que
dejar de aprender, la sociedad cambia y creo que es un acto de responsabilidad
formarse, además, así que yo no lo llamaría obsesión sino pasión. Disfruto de cada
segundo junto a un niño, puedo estar horas y horas observando a esos locos
bajitos jugar libremente, independientemente de su edad, desde un bebé que se
mira las manos asombrado hasta los más mayores organizando los roles de cada
uno en un juego. Por desgracia, esa pasión no la he visto en gran parte de maestros
de escuelas en las que he trabajado o realizado otras prácticas, o en
compañeros de la universidad, lo cual me ha desmotivado bastante pero también me
ha animado a compartir mi pasión con ellos y tratar de encender esa chispa en
ellos, mostrándoles la belleza de esta apasionante y delicada profesión.
Durante estos meses, en Escuela Ideo, por fin he encontrado
un lugar en el que los docentes son apasionados de su profesión, son
conscientes de la responsabilidad que tienen entre manos, respetan y creen en su alumnado, confían en sus
familias y son compañeros. Una escuela cuyo lema es “De mayor quiero ser feliz”,
un lugar en el que las sonrisas y los abrazos sinceros son parte del día a día
entre alumnos y profesores, un centro en el que el objetivo no es competir contra
otro sino contra uno mismo, superarse, luchar por alcanzar los sueños.
Para quienes no lo conozcáis, la Escuela
Ideo está ubicada de forma temporal ,hasta encontrar un terreno, en un edificio de
oficinas. Es un edificio completamente transparente, por dentro y por fuera, las vistas a la ciudad desde las
aulas y las escaleras son maravillosas, seguro muchos pensaréis que entonces habrá cortinas o persianas para que no se distraigan los
alumnos durante la clase, pero no es así, los niños no se distraen mirando porque
lo que están trabajando les tiene suficientemente enganchados. Las clases y los
despachos también tienen sus muros de cristal, porque no hay nada que esconder
aquí y porque no hay nada mejor que la luz natural y sentirse libre.
Hay muchos momentos de estas prácticas, imágenes y frases,
que se me van a quedar grabados para siempre por reflejar la pasión y
compañerismo de los maestros que allí trabajan. Escuchar que se han quedado
hasta las ocho de la tarde en una reunión para sacar adelante un proyecto, que
van a ir de excursión con los alumnos fuera de horario escolar y laboral porque
es una experiencia que no deben perderse los alumnos, que han pasado un finde
todos juntos para reforzar los lazos del equipo y formarse, que van a dar
cursos de formación gratis a familias en horario no laborable, que los profes no
quieren seguir de baja médica porque sienten que tienen responsabilidad y
además echan de menos a los alumnos, etc. Son solo una muestra de los “pequeños”
detalles que muestran que están entregados a su profesión, y eso es sólo parte
del trabajo, porque bien es sabido que los profes tenemos la “mala costumbre”
de llevarnos tarea a casa.
En este cole no hay libros ni exámenes, siguiendo la
filosofía de ILE, el aula no es el único espacio educativo, también se aprende
en un huerto, en el patio o en las excursiones, las cuales son muy frecuentes. No son excursiones para “perder
un día” como ocurre en muchos centros, son excursiones con objetivos, cargadas
de contenidos y significado. Se trabaja por proyectos, desde infantil hasta
secundaria, se fomenta así la investigación, el espíritu de la curiosidad y las
ganas de aprender, aprendiendo sin darse cuenta. Cada niño es amado y
respetado, no se les etiqueta, se les muestran sus capacidades y se les motiva
cada día a superarse, entendiendo el fallo como algo a superar y no como una
barrera infranqueable.
Es una verdadera comunidad educativa, en la que las familias
son siempre bien recibidas y participan en actividades de forma continua,
talleres, seminarios, fiestas, cuentos, teatros,… Además, es un cole con un
proyecto de integración, por lo que en casi todas las aulas encontramos al
menos a un alumno con NEE, una experiencia enriquecedora ya que abre los ojos a
la sociedad real, con personas de distintas capacidades. Los alumnos de ideo son
niños con grandes habilidades sociales, son cuidadosos, responsables y
respetuosos. Y es que es un cole en el que aprenden valores (cooperación,
respeto, solidaridad…), se les conciencia de los problemas sociales (pobreza,
consumismo), la importancia del cuidado del medioambiente (fomento del uso de la
bicicleta, reciclado, cuidado del huerto,..), conocen y ejercen sus derechos, practican
hábitos saludables (comida sana, deporte
diario, beber agua frecuentemente…), etc. Es decir, los objetivos no son
meramente académicos, son mayoritariamente personales, fomentar la autonomía,
el espíritu crítico y la superación.
En Ideo (como debería ocurrir en cada centro) los pequeños tienen voz y voto, resuelven conflictos y toman
decisiones. Se les enseña a identificar las emociones y se les muestran herramientas para que crezcan
siendo conscientes y responsables. Aquí
el aprendizaje es algo divertido, mediante el juego, aprenden sin apenas darse
cuenta. Y, como ha demostrado la neuroeducación, sin emoción no hay aprendizaje,
y en Escuela Ideo, hay emoción desde el primer segundo, con ese beso y abrazo
sincero que dan los profes a cada niño al llegar a la puerta.
Echaré de menos a los 21 locos bajitos, sus besos y abrazos
cargados de energía por la mañana, sus aventuras del fin de semana, sus “¿me
lees este cuento?”, y sus preguntas y reflexiones que te dejan un rato pensando.
Ellos me han mostrado de nuevo la belleza de la fantasía, la curiosidad y la
ternura que hay en los ojos de un niño. Ha sido un placer verles crecer y observar
sus caras. Caras de curiosidad huerto al
descubrir bichitos o comer rúcola, de ilusión al conocer los proyectos, de
satisfacción al completar un puzle o una serie, de alegría al conseguir leer y
escribir sus primeras palabras, de orgullo al resolver un conflicto, de cariño
al dirigirse a los más pequeños, de cansancio tras un día en la nieve, de
emoción al ver el cole transformado en un circo, etc.
Por todo ello, gracias, gracias de todo corazón (como cantan ellos) a Escuela Ideo por abrirme sus puertas, les
deseo un futuro cargado de felicidad, porque si de algo estoy segura es de que
no hay nada más importante que la felicidad.
Enhorabuena por vuestro esfuerzo,
dedicación y pasión.
¡Volveré pronto y os tendré siempre en el corazón!
PD. Todas las imágenes del post han sido tomadas de Internet, no me pertenecen.