Es habitual ver centros que dicen TRABAJAMOS las emociones, o IMPARTIMOS educación emocional.
Comencemos por el principio, trataré de explicar de la forma menos técnica posible qué es una emoción y qué es un sentimiento, pues son dos palabras que se suelen utilizar de forma indistinta pero no lo son.
Una emoción produce una reacción química que tiene lugar ante un estímulo, es inconsciente y es rápida.
Un sentimiento es el resultado tras el análisis de la emoción, es cognitivo, es duradero.
Dependiendo que los autores, podemos hablar de distinto número de emociones, pues para algunos es emoción lo que para otros es sentimiento.
Nuestra referente en esta materia es Mar Romera, la cual defiende que la familia es la primera escuela de emociones. Ella es pedagoga, psicopedagoga, y especialista en Inteligencia Emocional.
Para Mar hay 10 emociones básicas: miedo, rabia, culpa, tristeza, admiración, seguridad, asco, sorpresa, alegría y curiosidad.
Según los estudios, uno de cada cuatro peques en la próxima década tendrá un problema de salud mental.
Mar habla de entrenar las emociones, de escoger la emoción adecuada en el momento adecuado y con la intensidad oportuna.
Es bueno sentir tristeza si alguien muere, de lo contrario seríamos psicópatas. Es bueno sentir enfado si no nos tratan como merecemos, si no seríamos maltratadxs. Es bueno sentir asco si olemos algo en mal estado, si no moriríamos por intoxicación. Es bueno sentir miedo, si no pondríamos el coche a 300km/h y nos mataríamos...
Por otro lado, parece que el objetivo es anclarnos a la felicidad, ser felices a toda costa. La felicidad (un sentimiento) proviene de la alegría (una emoción), y el químico de la alegría es la dopamina, es decir, crea adicción. Por tanto, querer la felicidad continua es condenarnos a esa dopamina, reacción química de la alegría... imposible.
Pero, porque siempre hay un pero, hay otro sentimiento que nos mueve, el amor. El amor (un sentimiento) proviene de la admiración (una emoción), y el químico de la admiración es acetilcolina, la cual activa la curiosidad. Busquemos vivir entonces desde la admiración y no desde la alegría. ¿No?
Por eso, hablar de entrenar las emociones es hablar de explorar esas reacciones químicas.
Por eso, hablar de entrenar las emociones es hablar de explorar esas reacciones químicas.
Entonces, permitamos al cerebro explorar y descubrir esas emociones y anclarlas a distintos sentimientos, es decir que cada químico desencadene un proceso cognitivo.
Cuando una escuela dice que trabaja las emociones por tener un panel con rostros expresivos o un cuento determinado, no solo se han dejado media teoría por delante sino que no es real. El miedo se percibe en una situación de miedo, no por hablar de él, y lo mismo ocurre con cualquier emoción, no podemos escoger las reacciones químicas. ¡Ojalá!
Entonces, ¿qué se puede hacer? Acompañar, como siempre, acompañar y permitir vivir las emociones.
Para Mar no es correcto hablar de emociones buenas o malas, ni agradables o desagradables, pues todas son oportunas o inoportunas. Por desgracia, tendemos a asociar la tristeza a algo malo y la alegría a algo bueno. Bueno, pues siguiendo el ejemplo de antes, si alguien muere, la emoción debe ser la tristeza a no ser que seamos psicópatas. ¿La tristeza sería entonces una emoción mala? ¿Es malo estar triste? No, no siempre, por lo que no podemos catalogarla así.
Y si alguien nos llama diciendo que se ha perdido su mascota, ¿diríamos que la sorpresa es una emoción agradable? No, no siempre la sorpresa es agradable. Por eso, hablar de oportunas o inoportunas nos parece más adecuado, pues dependiendo de la situación, la emoción será oportuna o no. Por ejemplo, sentir seguridad al cruzar en rojo no sería oportuno. Dejamos por tanto de encasillar en buena/mala, agradable/desagradable para permitir la flexibilidad en la que cualquier emoción puede ser oportuna o no.
La labor docente y de las familias es por tanto el acompañar y permitir que descubran esas emociones. Pues las emociones no se trabajan, se viven, y se expresan los sentimientos que nos generan. Después podemos hablar de la gestión de esos sentimientos, de las reacciones, y de moldear. Pues la rabia (emoción) puede hacernos llegar a la ira (sentimiento) y esta puede hacer que queramos romper cosas, y no debemos frenar la rabia ni la ira sino el cómo expresarla, encontrando vías de escape que nos permitan la convivencia y el respeto. Cuando estamos tristes, podemos sentir desconsuelo, y tenemos derecho a vivirlo y a expresarlo, por eso no es justo cuando se escucha un "no llores, no pasa nada, etc."
En muchas ocasiones, se interviene para cubrir la necesidad propia, no ver a otra persona llorar o no ver a otra persona que sufre, por ejemplo. Pero debemos permitir que explore, que se descubra, que entrene sus emociones para que poco a poco elabore un esquema sano en el que no se ancle una emoción a un sentimiento que no procede, y que lo exprese de forma sana y segura. Que la curiosidad se ancle al miedo por el qué dirán, y no por admiración... es sólo uno de los ejemplos de la contaminación emocional que hay hoy en día en las aulas y escuelas. Hay que sentir todas las emociones y no se puede decir que un determinado sentimiento proviene de X emoción si no es cierto, porque entonces les estamos confundiendo, se convierten en analfabetos emocionales que no conocen realmente los orígenes de sus sentimientos.
Podríamos escribir mucho más, pero creo que la idea ha quedado clara: las emociones no se trabajan, se viven, y la educación emocional no es identificar una carita sino conocerse.
Y no nos gustaría terminar sin antes recomendaros de nuevo ver leer a Mar Romera o buscar en Youtube alguna de sus ponencias, pues ella emociona.
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